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domingo, 9 de mayo de 2021

Jean Henri Dunat


Jean Henri Dunat

Suele ser normal que los no masones pregunten si hay masones famosos, lo cierto es que los hay y muchos, como también es cierto que hay famosos que no lo son. Para nosotros, masones, que algún miembro de nuestra Orden sea famoso y recordado por algo bueno es todo un honor,; pero eso no demuestra que por ello seamos mejores que los que no son miembros de nuestra Orden. No se precisa ser un hermano masón para hacer lo correcto y realizar grandes cosas.

Dicho lo anterior, no es menos cierto que siendo este un blog oficial de una Logia masónica, no podemos olvidarnos de nuestros hermanos que, de un modo u otro, han contribuido al bienestar de la humanidad y a su mejoramiento en todos los aspectos. Es parte de nuestra historia, que no deja de ser la historia de la humanidad también. Por ello, os iremos hablando de algunos hechos históricos y de algunos masones famosos cada cierto tiempo. Hoy, comenzamos con Henri Dunat.


El pasado 8 de mayo hizo 193 años del nacimiento de Jean Henri Dunant, un hombre de nacionalidad suiza que tal vez no te suene mucho, pero que seguro te suena y mucho lo que creó. Dunat es, ni más ni menos, que el fundador de la Cruz Roja Internacional, hecho por el cual recibió el Premio Nobel de la Paz en 1901.

Masonería

Aunque no  hay datos ni fechas sobre su iniciación o grados en la Orden, si se considera su pertenencia a la masonería. La web de la Gran Logia de Yukon, por ejemplo, afirma que lo es.

Wikipedia, en la entrada referente a Dunat dice textualmente:

Henry Dunant, como miembro de la francmasonería , hizo un llamado a todos los masones  del mundo para difundir la Cruz Roja, por lo cual llegaría su mensaje a países tan lejanos como la República Argentina, y fue el doctor Guillermo Rawson quien fundaría en junio de 1880 a la Cruz Roja Argentina.

Algo de su biografía

En 1859, mientras intentaba reunirse con Napoleón III para exponerle los problemas de sus negocios en Argelia, contempló el campo de batalla de Solferino después del enfrentamiento de los ejércitos austriaco y franco-piamontés que combatían en la guerra de unificación italiana; impresionado por aquel espectáculo de horror y por la ineficacia de los servicios sanitarios de la época, escribió Un recuerdo de Solferino, libro que publicaría en 1862. Desde entonces se lanzó a una campaña de sensibilización de los gobiernos y la opinión pública acerca de los sufrimientos de los heridos de guerra, luchando por mitigar las consecuencias humanas de los enfrentamientos bélicos, ya que no era posible acabar con ellos. 

Fruto de sus esfuerzos fueron la fundación de un servicio sanitario neutral para actuar en los campos de batalla -la Cruz Roja Internacional (1863)- y la reunión de la conferencia internacional que adoptó la Convención de Ginebra sobre heridos de guerra (1864).

La dedicación a esta causa humanitaria le llevó a descuidar sus negocios, quedando totalmente arruinado en 1867; tras unos años de gloria pasajera, hubo de dimitir como presidente de la Cruz Roja y abandonar temporalmente Suiza perseguido por sus deudores. Halló refugio en la Francia del Segundo Imperio, cuyo titular -Napoleón III- le prestó apoyo incluso después de ser derrocado y exiliarse en Inglaterra.

 En 1887 regresó a Suiza para ser tratado de múltiples enfermedades, viviendo recluido en un sanatorio hasta su muerte. Olvidado prácticamente por todos, en la última década del siglo varios amigos reivindicaron su figura, y vio reconocida públicamente su labor con la concesión del primer Premio Nobel de la Paz en 1901.

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